Las alas de una membrana virgen
desprenden un brillo eterno
azul
sobre la tibieza temprana
de mi alma
sólo logro recoger fragmentos
de aquella unidad
aquel centro sonoro
sagrado
donde alguna vez vivió
la historia de amor más dulce
más ausente
y hoy la calma de toda sed
todo ardor en mí
dulce néctar
alimento de mis cuerpos
en el hilo que teje la telaraña
el halo de luz que surca
el último sol de otoño
fuego que quema las entrañas
del verano
red de eslabones que ascienden
al corazón de la luz
así
meciéndome en la eternidad
por un instante
que es toda la vida
siempre ...
(a él)
San Lorenzo, 26-10-07
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