jueves, 3 de diciembre de 2009

"Asalto a un bar"

Esa noche, a las ocho y media, regresó. Se acomodó en la mesa que había ocupado el sábado a la tarde. Hacía tiempo que no andaba por allí. Atento, cerca de la ventana, alcanzaba a divisar al grupo de niños que, a la sombra de los huecos que formaban las figuras del Monumento al Libertador, no dejaban de aspirar pegamento. Algunos lo hacían hasta que se descomponían o los frenaba la irrupción de una tos espasmódica, para después, caer al piso, respirando con dificultad, tendidos durante un largo rato aunque, ni bien se recobraban, otra vez corrían de aquí para allá y volvían a los recovecos para no ser vistos mientras retomaban la brutal práctica.
En eso, una madre llegó y, llorando con desesperación, comenzó a preguntar algo. Traía consigo una criatura más pequeña. Los niños, al verla en ese estado de desconsuelo, comenzaron a movilizarse. Por lo que se alcanzaba a divisar, la mujer parecía estar buscando a su hijo, pero, aunque esperó un largo rato sentada en el banco, los chicos que la estaban ayudando volvieron con las manos vacías. Se los notaba, incluso, abatidos, derrotados, como si hubiesen proyectado en aquella mujer la necesidad que ellos mismos tenían de volver a ver a su madre. La mujer, entonces, se secó las lágrimas y se retiró de allí lentamente, con su pequeña hija, en brazos.
En eso, el hombre sentado a la mesa del bar apartó la mirada. La visión exterior no había conseguido despertar en él ninguna emoción. De golpe recordó la causa por la que había vuelto. Las otras noches había observado atentamente el movimiento de los clientes, el tipo de ropa que usaban, los relojes, las joyas, los autos… Era el sitio perfecto para dar el golpe. Sólo tenía que juntar valor, cosa que sabía que podría lograr en el estado en el que se encontraba. Sentía el frío del revólver en sus manos, sus ojos estaban bien abiertos. Controlaba el sector de la calle y todo el bar, rígido, nervioso. Entonces, se decidió. Se incorporó de golpe, fue hasta la caja registradora y, con un movimiento certero, puso el revólver en la sien del empleado. “Dame toda la plata ahora, si no querés que te queme”, dijo. El empleado obedeció sin decir nada. De su frente caían gotas de sudor cada vez más gruesas. Sus manos le temblaban pero, aún así, lo hizo, Juntó como pudo el dinero y cuando lo estaba por entregar ocurrió algo, un ruido o un movimiento incierto, nadie alcanzó a saberlo, la alteración bastó para que el delincuente, sin pensarlo dos veces, comenzara a descargar con furia todo el cargador de su arma. La ráfaga de balas roció cada rincón del bar haciendo estragos con las botellas, los muebles, la gente. La sangre bañaba las mesas. Restos de ella se mezclaron con otros fluídos en el piso, formando un charco maloliente de un color indefinido. El hombre, entre confuso y perplejo, sólo atinó a tomar el dinero para marcharse, pero, cuando se asomó, se encontró con la columna de efectivos policiales que estaban esperando para entrar. Intentó huir aunque sabía que no lo lograría, movido acaso por ese instinto de supervivencia que hace que el ser humano resista aún en las peores condiciones de lucha. Otra ráfaga de balas, esta vez, surgió de las armas de los policías para dar en el blanco. El hombre cayó al piso. La gente que se había agolpado en el lugar, lloraba de miedo, de desconsuelo. Los chicos que vivían bajo el Monumento, en cambio, se habían quedado dormidos. Tal vez soñaban con su madre o, quien sabe, pero quiso la suerte que quedaran apartados de aquel horror. O quiza fueron ellos mismos los que así lo decidieron…
(este texto está basado en hechos reales y en un fragmento del cuento de Julio Cortázar "La Puerta Condenada" y fue leído en público durante el Acto de cierre del Taller Literario "Alfonsina Storni" que coordino, el 28 de noviembre de 2009)

viernes, 2 de octubre de 2009

“Two poems for a weird guy”

1) Ráfaga incierta
roza de a ratos el deseo
o se torna una esperanza
muerde en la culpa a veces
y pasa …
Abre el cielo velado en su blancura
cruza el infinito
suelta frases astrales y allí
un ángel se retuerce en su néctar
¿O es Eros o un Deimon?

Busca escalar peldaños en el aire
donde las piernas se encuentran con su sed
en el abismo desnudo de mi alma.

Amar como se ama al aire al océano
como se abrazan los árboles
en su bello sueño
o el rocío se regala a las flores.
Amar con amor de mariposa en su néctar
donde la culpa ha dejado de morder
se ha salvado el alma
de aquella vana caída en lo corpóreo
con vuelo de cabotaje
Amar porque su obra
es regalo de un dios enrarecido
en su atmósfera mundana.




2) Desistir de tantas cosas
aferrarse a tantas otras
resistir las embestidas
cuereada destripada por nada
vacía de todo sueño
todo atisbo de luz.
Ya no asomaba el poema
le costaba abrirse paso entre la mugre
los escombros la furia
y de golpe lo encuentro
me ilumina su pleamar extraordinario
en plena cerrazón
todo lo construido es de arena
se desmorona tan fácilmente que da pavura
y me pregunto por qué sucede esto
a quien oír en el estruendo
a quien salvar de aquel naufragio.

Sólo quiero rozar lo sagrado
dejarme llevar por sus crepúsculos
hacia un lugar incierto
en la total certeza del alba …


( a un músico…)

sábado, 21 de febrero de 2009

"Carrera"

Los ojos del hombre bajo buscaron los del otro e intentaron una pregunta muda y última, pero aquellos otros ojos, con su áspera devolución de muerte, la dejaron filtrarse en el aire hasta desvanecerse. Entonces, como dando un último manotazo de ahogado, tropezó con algo, probablemente una piedra, y cayó. Todo se confundió, se volvió un espacio oscuro, una suerte de fosa en la que yacía maniatado de pies y manos, y su boca, oprimida por una tela, apretada.
Aquel hombre, a duras penas lograba reunirse aún con sus pares en lugares secretos – tenían prohibido divulgarlos, el peligro reinaba en todos lados, más aún, se olía, sobre todo, por las noches, o a la madrugada, cuando no quedaba nadie sin requisar, en los molinetes de los subtes o en las paradas de los ómnibus, a la hora de viajar para ir al trabajo -. Mi tía Inés, la enfermera, solía contar cómo, con indignación, a veces, hasta, con miedo, debía soportar, todos los días, los controles- .
La guerrilla y la persecución se habían recrudecido y ya no era posible continuar con las reuniones, no convenía. Aquella noche, el hombre pequeño , luego de haber estado en un bar con compañeros de facultad, regresaba a su casa. Cuando quiso abrir la puerta con llave, se dio cuenta de que la misma había sido forzada. Entonces entró y vio el caos en su living, en su dormitorio, sin embargo, no faltaban los muebles, ni el reloj, ni el dinero. No se trataba de un robo, sus libros, en cambio, estaba revueltos, al igual que, sus apuntes, su material informativo, todo, todo eso reducido a un cúmulo atiborrado de papeles.
Salió y allí estaba el otro, el hombre más alto, esperándolo en las sombras, junto al farol. Comenzó a caminar. El otro lo seguía, en silencio. Dobló la esquina, el otro – ¿su sombra? – también lo hizo. Después de unos metros, digamos quince o veinte, se detuvo. Las miradas se enfrentaron, abiertas a una oscuridad más rotunda y cierta que la de aquella noche, avanzada, fría. Entonces, vino aquella carrera corta.
A los pocos minutos, dos automóviles Falcon de color verde oliva se detuvieron frente a la escena. El hombre más alto, simplemente, se limitó a arrastrar el cuerpo hasta el lugar. Bajaron otros dos sujetos, y todos lo guardaron en el baúl de uno de los coches. Luego, ambos vehículos se perdieron corriendo a toda velocidad, hasta perderse en la negrura.
San Lorenzo, 10-06-08

lunes, 19 de enero de 2009

"Acerca de la fe"

MI trabajo no pretendía ser académico sino, humildemente poético y tal vez, polémico. Se vinculaba más con cierto fervor juvenil que, con la fe o el rigor científico. Sin embargo, casi de un modo casual, estaba planteada una cuestión que, más tarde, comprobaría como cierta. Allí exponía a grandes rasgos mi punto de vista sobre la fe. Decía que, cuando es desmedida o infundada, suele parecerse a la ceguera y entregar a los hombres al fanatismo. Es entonces cuando, sin posibilidad alguna de análisis crítico, los hombres se venden al mejor postor.
También profundizaba acerca de las razones que los llevan a vender sus almas, análisis con el que, al releerlo, concuerdo aún hoy, es más, esas razones parecen reforzarse al observar lo que sucede actualmente con la humanidad.
El hombre, en lo más profundo de su ser, siempre anheló ser feliz, el problema es que, a lo largo de la historia, fue variando el paradigma de la felicidad, a tal punto que hoy en día sólo actúa movido por una fe ciega de que ser feliz implica alcanzar cierto bienestar ligado a niveles cada vez mayores de confort, de seguridad y de riqueza material. Sin embargo, paradójicamente, en lugar de alcanzar la felicidad, el hombre termina sumido en una suerte de angustia, de sufrimiento, ya que, en el mejor de los casos, esto le exige cada vez más compromisos, más trabajo, más stress; y en el peor, lo lleva incluso a delinquir. En todos los casos, el hombre cae en desequilibrios que hacen que exista la extrema pobreza, las enfermedades higiénicas o alimenticias, y, por el otro lado, ¡vaya paradoja!, la aparición de desórdenes alimentarios de orden psicológico, las enfermedades higiénicas producto de la promiscuidad o el consumo de drogas duras y, por sobre todas ellas, una enorme pobreza espiritual al comprobar que, por más sacrificios de toda índole que haga para cumplir con las metas que se va imponiendo, más queda hundido en la incertidumbre, o quizá en la certeza de que, en definitiva, sólo obtuvo esto, aquello, cosas que no le van a dar lo que en verdad necesita, amar. Es más, justamente, el hombre se somete a este tipo de carreras contra el tiempo porque, en realidad, vive embargado en un vacío existencial cada vez más enraizado, ante la pérdida de credibilidad en otros valores de índole espiritual. Así aparece la insatisfacción que la gente elige volcar, o a las metas simplistas que prometen el paraíso y envuelven a los hombres en un halo de irrealidad que los vuelve indiferentes a los problemas cotidianos, o decide encaminar a las promesas acaso más concretas pero no menos mentirosas de los políticos de turno que, mientras realizan proselitismo, ejercen muy bien el arte de la retórica pero, una vez en el poder, ya sea, presionados por intereses de su entorno o por los propios, el caso es que sólo terminan abultando su patrimonio, a costa de más desequilibrios, de más inequidad en el reparto de bienes, de más pobreza, de más inseguridad y delincuencia de toda índole.
Claro que a todo esto, más que recordarlo de mi publicación, lo estoy elucubrando en un momento en el que me encuentro, ciertamente, deprimido. Mi mujer, hace tiempo que me dejó y, a raíz de eso, hoy estoy lidiando con un juicio de divorcio ciertamente traumático, ya que está en juego la tenencia de mis hijos. Sin embargo, ésta no es la única razón por la que estoy tan angustiado, enojado, diría con más acierto.
Hace pocos días, me enteré de la noticia de la joven discapacitada que quedó embarazada debido a una violación, y de la implacable posición, tanto de la iglesia, de la justicia, en una primera instancia, como de una gran parte de la sociedad, de denegar el pedido de que se le practique un aborto.
Todo esto me ha provocado una indignación tan insólita que anduve cavilando unos días, hasta que me topé de casualidad – aunque quizá no existan las casualidades, por lo menos, en estos casos – con este cuasi ensayo de facultad.
Al releerlo, primero me embargó cierta nostalgia un tanto infantil. Pensé en lo inocente que eran nuestras convicciones, al creer que escribir sobre ideas, en cierto modo, trasgresoras, implicaría un compromiso asumido para con la humanidad, o una revolución ... En realidad – eso lo descubrí mucho después – uno, con estas cosas, apenas logra calmar en algo su propia ansiedad y endulzar su ego. Sin embargo, me siguen convenciendo las ideas acerca de la iglesia como sistema de poder ciertamente represor – no es casual que haya estado tan “pegada” al Proceso Militar – a la que no le conviene que se devele, en lo más mínimo, el carácter probablemente revolucionario de las enseñanzas de Jesús, (menos, su posible vinculación con los esenios ), en cuanto a que la felicidad, el “paraíso” es aquí, está en el hombre mismo, y no, en un más allá.
También, por esos días, tuve ocasión de escuchar un CD de mi hijo con una canción de un músico de quién, lo poco que escuché me gustó. En uno de sus fragmentos dice : “ fe que se despreocupa de la vida y asciende con su autoelevador, hasta que nadie consigue ya encontrarse”. Esta frase logró resumir en muy pocas palabras todo lo que yo estaba pensando y no lograba dilucidar, a raíz de dos hechos sin vinculación aparente, pero que, en mí, se conectaron de inmediato : uno de ellos, el asunto de el aborto no autorizado y la indignación que en mí, esto despertó; el otro, el hallazgo de esos apuntes de facultad con los que creí que, alguna vez, me haría famoso y que hoy sólo logran despertar en mí, ternura y algo de compasión, pero sigo sintiéndolos tan auténticos como entonces ...

Olga Severgnini - San Lorenzo, 01/09/06
(Inspirado en un fragmento de “El evangelio según Van Hutten” de Abelardo Castillo, y en la canción “Bolsodios” de Luis Alberto Spinetta)

lunes, 12 de enero de 2009

"Díptico poema de la Maga"

Recibo con ínfima gracia
- plenitud de niña -
el asombro en las entrañas del mañana
me dejo cegar con tan inmenso regalo
abro los ojos a la magia del día.

Toda adulación se torna innecesaria
porque el candor en el alma aumenta
con la fe de la gente que
apenas puede fundarse
en la verdad que dejo derramar
humildemente
sobre su tristeza su agonía su lucha …

Aquella canción le habla a mis sueños
me agradece que vuelen hacia un confín de lluvia
¿por qué?
¿ acaso él no lo hizo antes?,
¿gracias a él no supe de alas tibias
gotas de rocío
hilos de cristal?
- rotura de abismos en la ensoñación
celeste -.
Soy yo la que debiera agradecer
Poder ser el duende que le susurra al oído
palabras con aroma a rosas
o notas estelares
valorar su devoción por la ternura
ese amor infinito …

Mi alma y la suya esperan poder ser
cada una, la mitad que la completa..
El presente es esa luz cegadora
al fin…

a L.A. Spinetta
(inspirado en la letra del tema “Canción de Amor para Olga” que le pertenece)

"Poema de la Maga"

Dejo madurar el día
como a una vid
ya no le propongo retos inciertos
al destino.
Dejo que crezca el tiempo
cayendo en sus encantos,
ya no busco el alimento vano del hambre
me dejo sorprender por los momentos
crepusculares en las rosas todas
y abro la puerta de mi alma.
al fin.

Cuando me duele demasiado el desprecio
suelto globos de colores
que ahuyenten los grises de los malos presagios
- se terminan pinchando en su desgracia –
los ángeles me inyectan
con un néctar divino hecho de puro amor
y aunque a veces extraño la pieza perdida
de aquel rompecabezas
ya no busco resolver su fórmula
más bien “encuentro en las piedras
mi música
tan después de la lluvia salgo a ver
su fantasma”
porque jamás reniego de “mis flores cautivas”
el adiós allí no equivale a morir
sino a resucitar en el encanto de
“agregar un nuevo ladrillo
a mi alma de cristal …”
o “dar a luz una estrella con mis pasos”
vivir donde “la luz me acompaña inviolable
hacia un lugar donde siempre hay mañanas”
está mi ser en esa espera
ya no importa robar estos versos
porque han sido volcados para mí
y en mis alas oigo el reclamo
de su corazón …intacto …

a l.a.Spinetta – pieza infaltable de este delirio verdadero
(* los versos con comillas parafrasean versos de la canción “Espacio Sideral” que le pertenece)