(Relato fantástico breve)
Andaba por ahí sin mucho por hacer. Me había enterado, por la mañana, de que se inauguraba una Feria en la plaza del barrio. Nunca me interesaron demasiado esos eventos. Por lo general, ofrecen mercadería usada u otros objetos antiguos, obsoletos, que no valen la pena. Nunca me interesaron, tampoco, ni las artesanías, ni la orfebrería hippie hecha con hilo de alpaca, o cuero. Tampoco, los libros, salvo, en todo caso, los “best-sellers”, o los de opinión sobre temas de actualidad. Pero, por alguna razón que yo desconocía, terminé parada muy cerca de un puesto de libros y revistas usadas. Había ejercido en mí una extraña fascinación. Allí encontré el pequeño volumen. Lo adquirí sin dudar, aunque no sabía sobre su contenido. Lo hice, pese a que no estaba, en realidad, a la vista, ni mucho menos. Por el contrario, en un momento, me sorprendí a mi misma revolviendo en la góndola, llenándome de tierra, buscando con codicia, con ganas. Bastó con hojearlo dos o tres veces con precipitación, para terminar dando con lo que, sabía internamente que estaba buscando, aunque desconocía su naturaleza. ¿Sería una señal o un símbolo? Nada de eso. Lo que encontré superaba ampliamente el grado de extrañeza de todas esas cosas.
Fue llegar al final del volumen, más precisamente, a la sección “datos de autor”, comenzar a leer muy rápidamente sus antecedentes literarios y sus datos biográficos, sin prestar gran atención, ya que, no guardaban ninguna similitud con los míos. Hasta ese momento, todo andaba bien, no había nada raro, pero mi vista comenzó a descender hasta dar con la imagen de la foto. Fue tanto el estupor que casi me desmayo. La imagen, ese rostro,¡ era yo! Tardé en recomponerme, de hecho, esa tarde, me quedé en mi casa, pensando. Fueron muchas las elucubraciones que acudieron a mí. Entre tantas, hubo una que me resultó más coherente que las otras: ¿se trataría de una gemela, o de mi doble? Recordaba haber leído un artículo en el que se exponía la teoría del doble. Decía que todos nosotros tenemos un doble que habita en la tierra, acaso, en lugares remotos. Recordaba también el trasfondo trágico de la teoría. Cuando esos dobles, finalmente se encuentran o chocan, uno de los dos muere. ¿Trataría de establecer un contacto con mi doble? ¿Me sometería a semejante desafío, a tal riesgo de muerte?
¿Y si se tratara de una hermana gemela jamás “blanqueada” en el seno de la familia? ¿Me privaría, en ese caso, de conocerla por respetar una tonta teoría?
A la tarde siguiente, volví a la feria con el ánimo de recabar más información. Una charla con el responsable del puesto, tal vez, me ayudaría a aclarar el misterio. Pero, cuando llegué a la feria el puesto ya no estaba más. Por más que la recorrí de punta a punta, no logré encontrarlo.
Pasaron días, meses. Lo que primero había sido estupor, desesperación, ansiedad; lentamente, de un modo casi inadvertido, se fue diluyendo hasta volverse… nada, apenas una leve inquietud. No tardé en olvidarme del asunto y volver a mis tareas cotidianas.
Una tarde entré al supermercado. Compré lo necesario para la comida y, cuando llegué a la caja, la vi. Era ella, sin dudas, Esperaba en la fila su turno para pagar. No me había visto todavía, así que no sabía lo que podría pasar en ese caso.
La mujer comenzó a evidenciar cierta incomodidad. Se volvió, algo perturbada, y ya no pudo evitar mirar hacia donde yo estaba. Nuestras miradas se cruzaron, se penetraron unas a otras. Pero no fue el final. Por el contrario, nos sorprendimos, simplemente, por el parecido físico y, entonces, comenzamos a hablar. El tiempo, luego, hizo el resto.
San Lorenzo, 9-10-2009
No hay comentarios:
Publicar un comentario